Cuando
la vida te da el regalo de la espera.
El
regalo de anhelar algo, pero saber que en ese preciso momento no será el
momento adecuado para amarlo, para cuidarlo y para asumir esa gran
responsabilidad que conlleva adquirir lo que has estado buscando tanto tiempo,
la espera que tanto tiempo te haya llevado a este estado latente de
“contención”.
Porque,
¿cómo contienes tanto amor durante tantos años? El amor en un constante
borboteo, fluye y se expande por todo nuestro ser, para tocar ínfimamente lo
que nos rodea, a los que nos rodea, para llenar de nuestra fragancia cualquier
recoveco que nos pueda recordar el camino de vuelta.
Y
entre tanto amor por doquier, seguimos pensando en despertar de esta letanía,
de esta contención, para abrazar esa espera, para cuidarla, para mimarla, para
amarla por encima de nosotras mismas.
La
vida, sabia como solo ella sabe poseer tanta envergadura de haceres y quehaceres, nos hace
partícipes, una vez más de la fuerza y grandiosidad de la misma.
Y
en esa fuerza nacemos, crecemos y nos elevamos ante ella, honrándonos cada día,
mejorándonos y amándonos mejor, para que todos los pequeños y grandes pasos que
demos en ella nos sean recompensados con creces y triplicados a la hora de
alcanzar nuestros sueños, los reales, los maravillosos pensamientos y emociones
que fluyen dentro de nosotras y que con esmero, paciencia y constancia, con
amor y complacencia hacia nosotras y bondad, conseguimos expandir ese gran amor
hacia nuestro interior.
La
vida nos está regalando más que espera, hoy por hoy. Nos está regalando la
vitalidad de la madurez y la experiencia de perdonar, de amar, de olvidar y de
crecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario