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viernes, 9 de agosto de 2024

VIOLENCIA ANIMAL

 He agotado todas las formas humanas de amar, desear y conquistar.

He convertido mis manos en garras, arañando cualquier parte de piel que quede expuesta.

Te poseo y a la vez te uso, como lo que eres, materia que está irremediablemente abocada a la exterminación.

Eres un trozo de algo que pareció convertirse en ser. Te deslizas, deglutes, cazas...

Eres algo, tal vez inmaterial o creado para su destrucción, para el uso y disfrute. 


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Evoco en ti los anhelos y los deseos prohibidos.

Te pido, te exijo, que quebrantes las reglas, que esté por encima de cualquiera, de cualquier abrazo, de cualquier ser, de cualquier pasado. 

Te pido que aísles tus manos, que solo tengas tacto cuando tocas mi piel. Que todo confluya a tu alrededor inmutable, que seas esquivo, que no hay nada que vibre si no es en sintonía conmigo. 

Te pido, te anhelo, te exijo, que seas parte de algo supremo, que seas alguien mejor que yo, que me poseas más fuerte, más alto, que aumentes mi seguridad, que ahuyentes mis miedos, que me protejas de las habladurías.

Que levantes los muros de esa ansiada villa, que pongas un parapeto entre lo que me hace daño, que seas el soldado que lucha y herido, se mantiene firme y dispuesto. 

Que imagines conmigo los sueños que inventamos en nuestra mente, que pintes el paisaje y le añadas lo irreal.

Quiero que seas aquello que no soy, valiente, decidido, abierto. Quiero que rompas las vestiduras de mis límites, que los quebrantes y los transformes. Quiero que pidas más, y quiero que me pongas a prueba.

Pero también exijo paciencia, amor, comprensión.

Pido tu honestidad con empatía, no la crueldad de tus palabras. 

Pido que aceptes mis miedos, mi aislamiento y mi propia verdad.

Pido paciencia, comprensión y miradas.

te pido que recuerdes lo que nos unió, más que lo que nos separa.

Te exijo que vuelvas  a escucharte, aunque duela

jueves, 8 de agosto de 2024

LO QUE TIENES, NO DEFINE LO QUE PUEDES SER

Me siento anclada aquí en la silla, sin poder moverme. Echando horas para no echarte de más.

Pues ahora mismo lo único que tengo a mi alcance es lamentar las horas que pierdo pensando en ti sin invertirlas en mí.

Sigo intentando buscarle un sentido a mi vida, a mis horas, a mis lamentos y a mis días.

Sigo intentando comprender las cosas, sigo intentando mejorar como persona.

Perdonar, amar, sobrevivir. 

Este lugar me resulta siempre inhóspito. No hay forma alguna que yo pueda entender la vida que no sea a través de lo carnal, lo animal y lo primitivo. 

Porque todo en mí es primitivo:

Mi forma de tocar, de amar, de fo***, mi forma de caminar, de mirar, hasta de pensar. 

Me he vuelto un ser que solo se nutre a través de impulsos, de lo más primario del ser. 

Nada me atrae, nada me resulta atractivo si no hay piel y vísceras. 

Todo es rutina, todo es algo banal para mí.

Tu tacto se ha vuelto algo desconocido, ya no me sumerjo en el placer ni hay conexión alguna con el ser. 

Todo parece vacuo. Beber de tu boca se ha convertido en algo que me desespera. 

Ya no me tocas el alma. Ni yo misma sé cómo hacerlo. 

No dejo de pensar en mil oportunidades que se pueden crear en mí.

Pero todas me alejan de ti. 

No hay forma alguna de mantenerme cerca, no hay verso alguno de mantenerte cerca. 

Tu sonrisa, que iluminaba todo a su paso, que gozaba del sabor de la mía, que alimentaba mi oscuridad, ahora se ve lejana, apagada y sin vida. 

¿Ahuyenté yo todo eso de ti? Te convertí en huraña, recelosa y ¿sin ganas de mí?

Perdiste la pasión de los primeros días, la gozosa sensación de ser mía. 

Te nutrías de mi seguridad, apoderándote de mi cuerpo, mis ganas, mi vida. 

Me hacías toda tuya, me llenabas el alma, las ganas.

La ilusión de los primeros días, se agotó, como se agotan los llantos.

Se agota el deseo, que mantiene  la dicha. 

Y es pues el deseo, ¿algo transitorio? ¿Es aquello que nos sostenía? No eran los cariños, los abrazos y ¿las promesas?

¿No era todo aquello que construimos? 

¿Tan volátil y tan  fácil de derribar?

Muros hechos con hierro de Chillida, monumentos de calles silenciosas, ley de hielo.


miércoles, 7 de agosto de 2024

Lo que dice Diego....

 Siento una losa en mi cabeza. Siento algo que oprime mi pecho y mi garganta.

Siento algo en mi voz que no deja salir las palabras.
Trago la saliva acumulada en mi boca, sin apenas poder expiar una sílaba.
Miro alrededor de mí y percibo mi rutina como algo inconexo.
Lo que parecía bello y terrenal, se vuelve tenebroso, ingrávito y austero.
Lo cotidiano me ha envuelto en una losa.
Una losa pesada que llevo a cuestas, cuando realizo cualquier actividad diaria, placentera o rutinaria la percibo con los mismos matices de desesperanza y aflicción.
Me vuelvo a sumergir en mi ola emocional de inseguridad, de miedo, de tristeza, de desesperanza.
Y otra vez.
Otra vez la pérdida y otra vez la soledad.
Otra vez volver a empezar, otra vez volver a regenerar los pedacitos rotos de mi ser.
Otra vez volver a equilibrarlo todo.
Otra vez sin ser capaz de amar sanamente.
Mi mente enferma, tal vez enfermo mi corazón, tal vez enferma mi alma.
Otra vez vuelvo a sentirme vacía y sola.
Vacía de ánimo, vacía de amor.
Cansada de batallar por algo efímero.
Incapaz de seguir por el sendero de la vida.
Soledad buscada, escogida, delegada.
Soledad al fin y al cabo.
Sola y en paz.
La paz de la muerte que llama a mi puerta.
La muerte.
La muerta.
Muere.
Muero.
Morir.

martes, 6 de agosto de 2024

TRANSMUTAR

Le dije a Laura que estaba cansada. Llevaba con mi humor característico durante bastante tiempo, tal vez demasiado como para que alguien tenga la paciencia de aguantar y sobrellevarlo bien. 
A veces ni yo misma me aguantaba cuando empezaban los dolores.

Llevaba 2 días con un síndrome premenstrual que me agotaba hasta mentalmente. No me apetecía ver a nadie, ni hacer nada más que no fuera encogerme como un bebé y acunarme como si necesitase el abrigo materno de alguien que está desolada, angustiada, sola y enfadada con el mundo. Un poco así como me sentía desde hacía 6 meses...

Así que, la sola idea de tener que vincularme y relacionarme con mis amigas, de arreglarme, tener que salir a la calle con una sonrisa que escondía la cruda realidad de mi vida no era lo que más anhelaba en ese momento. Laura lo sabía. 
Pero ella tenía otra filosofía de vida, siempre la tuvo. Desde que nos conocimos, la idea de vivir su vida era básicamente, vivir el presente y no dejar influenciarse por las cosas negativas... se iba al trabajo siempre con una sonrisa y volvía de la misma forma, era impertérrita.
Hasta hace 6 meses claro, ahí todo ha cambiado.
Mi idea de vivir ahora mismo se reducía en sacar a Lía a pasear, sentarme en un banco e intentar despejar la mente.

No me apetecía pensar si finalmente nos veíamos o no después de la hora del cierre. 
Ella plegaba de trabajar de la coctelería demasiado tarde, un sábado por la noche su mejor plan era quedar con nuestros amigos, el mío tumbarme en la cama y no salir hasta el día siguiente.  

Después de hacer todo lo que se espera de una adulta funcional, solo pensaba en ese colchón viscoelástico que me esperaba en el dormitorio principal de nuestra casa.

Pensé que sería algo leve, que después de varios meses la situación mejoraría, mi ánimo aumentaría, mi lívido, mi entusiasmo que tanto me caracterizaba...pero desde que tuve ese tumor en el ovario derecho, las menstruaciones habían sido más dolorosas. Laura lo llevaba peor que yo. 
Sostuve durante mucho tiempo las ganas de ser madre. Durante todo el proceso de fecundación guiada estaba entusiasmada, llevaba una alegría sobre mis hombros, siempre pletórica, con el pensamiento positivo y con un inmenso amor que pensé, duraría todo el proceso.

Quería con todas mis fuerzas llegar a ese objetivo como si mi propósito de vida fuera única y exclusivamente ese.
Eso casi termina con mi relación cuando en una visita rutinaria ginecológica, me detectaron el cáncer de ovario. 
Lo que pasó a partir de ese momento ya es historia, como suele decir Laura. 
Ella me sostuvo como pudo, ciertamente. 
No tenía n capacidad innata de empatía, tal vez por el maltrato que sufrió de pequeña. Se sintió aislada tanto tiempo del mundo que buscó en sí misma su refugio. 
Sentirse necesitada nunca le gustó, sentir que alguien dependía de su fortaleza, de su tesón, de su entrega...
Pero como un paralelismo virtuoso de la vida, buscaba el abrazo roto de su madre en tus hombros, la mueca de aceptación de tu sonrisa, buscaba en tus ojos esa aprobación que no obtuvo de niña.
Fueron muchos años de llantos, soledad y rabia. Tuvo que huir de lo que le hacían sentir los demás para buscarse dentro de sí misma. 
Tal vez la huida del entorno fue fallida. Pues esos demonios le apresuraban, le encerraban en momentos y personas del pasado, que se anclaban a sus pies, le apretaban los tobillos, le enmanillaban sus pensamientos y le volteaban la vida.
Finalmente le hacían desprogramar cada X tiempo todo lo que pensaba, vivía, sentía y visualizaba. 

Ella solo manifestaba lo que quería obtener en su vida, cosas fáciles y momentos felices. 
Tuvo que vivir una vida en soledad para amarse tal y cómo elle se veía, tal y cómo nunca nadie pudo llegar a verle. 
La necesidad de salir de su zona de confort, del cuadrado, como ella lo llamaba, generaba en ella una desaprobación hacia todo lo que supusiera algo negativo, algo difícil y complejo. 
No le gustaba lo complicado, lo que costaba demasiado o lo que suponía un gasto de energía para él, innecesaria.
Había aprendido a cambiar de forma, a vivir el día a día, a no dejar entrar a nadie que no le aportase algo bueno y positivo.
  







MIEDO

Siento un alivio.

Siento el alivio de no tener que sostener más mis miedos, ni la incertidumbre. 

Siento alivio de no tener la expectativa de poseerte, ni de controlar todo lo que sucede a mi alrededor. 

Siento alivio de haberte dicho la verdad.

Ligereza en mis pensamientos, en mis palabras...ligereza de aquél que se ha quitado un peso de encima, que ya no finge, ni sostiene ni contribuye. 

De aquél que no se miente.

Ligereza en la forma en la que se construye mi amor. O se deconstruye...

Ligero alivio, a corto plazo. Pues en mi fuero interno, se vuelve a generar tormenta y llanto. 

Y vuelve a invadir mi reposada calma, mi quietud mental se retuerce, como un niño con un palo retuerce un bicho postrado en el suelo, con curiosidad y asco.

Así despierta de nuevo la tormenta en mí.

La tormenta del duelo interno, la tormenta de la pérdida, de la oscuridad, del dolor, de la aceptación. 

La tormenta de creer que no soy digna. Del temor hecho materia. 

Del miedo de que no haya el mundo alguien que pueda sostener mis tormentas, mis mañanas, mi caos y mi luz. 

Que no haya nadie que abrace mis tormentas a la espera de que salga el Sol. 

Me siento desgastada, cansada y dolida.  Me siento hastiada, cobarde.

Cobarde por no saber amar mejor, por no saber querer mejor.

Tomar consciencia de que no habrá nadie que pueda querer, querer quedarse a mi lado.

Y no es culpa lo que hay entre las palabras que escribo. Solo hay resignación, pena y responsabilidad.

Me hago cargo, me hago cargo.

Me hago cargo de mi rabia, de lo desagradable que soy, de lo poco afectuosa.

Me hago cargo de la falta de empatía y consideración. Me hago cargo de cómo realmente soy. 

Llevo mucho tiempo intentando conocerme y comprender qué daño hay en mí que no se pueda reparar.

Solo hoy por fin, me di cuenta. 

No hay ningún problema en mi entorno, ni en los demás.

El problema, real. Soy yo.

Llevo demasiado tiempo culpando a los demás, sin ser consciente o siéndolo, de la necesidad de asumir la parte que me toca. 

Soy yo quién hiero a las personas con mis actos y mis palabras. Soy intransigente.

Las personas me leen, por eso no se quedan. Porque ven que hay oscuridad. Lloro de pena.

Si, lloro de pena. De pena de qué nadie va a querer quedarse a mi lado. Y yo, que lo que quiero es poder formar una familia, tener una pareja y vivir en compañía. No soy capaz de cuidar y de abrazar al ser que tengo a mi lado. 

Me gustaría pensar diferente, poder estar mejor mentalmente, no tener que luchar contra mí, contra lo que pienso y hago. Se ve con tanta claridad, la manera y forma en cómo me relaciono en pareja. 

No tengo la capacidad de amar, y tal vez no la tenga nunca. 






lunes, 25 de marzo de 2024

Bécquer

Empecé a amar la poesía hace muchos años. No recuerdo bien cómo ni por qué.. pero leer los párrafos de libros de Bécquer me hacían sumergirme en otra dimensión. 

Solo recuerdo su poesía, como el eje vertebrador de todos los demás poemas que leí a lo largo de mi vida... 

Bécquer fue para mí, el propulsor de que amara tanto la escritura. En él encontré una forma de expresión artística de todo lo que inundaba mi alma, mi corazón y mis emociones... era traspasar todo lo que había dentro de mí y plasmarlo fuera, escribir y poner nombre, adornar las emociones con palabras, inventar historias y personajes, momentos que solo existieron en mi imaginación. 

Pero era maravilloso... cada vez que escribía, cada vez que creaba una sintonía y armonía entre un párrafo y otro, una rima asonante y contaba las rimas, aprendía nuevas formas de atravesar mi alma, de poder enviar un mensaje al mundo, que alguien pudiera llegar a conectar de una manera tan íntima y tan frágil conmigo. 

Llegar a traspasar mi alma, llegar a ver más allá de todo lo que nos escondemos dentro. Relatar mis miedos, desnudar toda mi fragilidad delante de un papel. Escribir a mano y estar horas y horas delante de un papel, sin saber qué escribía, solo dejando fluir mis pensamientos, mi amor hacia la escritura, ideando historias, creando mis personajes inventados, dándoles vida y forma a través de las palabras, diseñando su mundo, un mundo lleno de poesía. 

Para mí la poesía era juntar palabras, armonía, llenarlas de luz y de espíritu. Llenar cientos de folios de palabras preciosas que emanaban dentro de mí, porque eran retales de mis historias pasadas.. historias de vida que había vivido dentro de mi ser. 

Momentos que creé porque necesitaba escapar de una realidad que no me aceptaba, ni me comprendía ni me amaba. 

Pero en la escritura encontré siempre mi sostén. Encontré siempre mi energía, mi recarga, mi autocuidado. 

Mi terapia narrativa, mi regalo de consciencia. 

Encontré fluidez, don, alegría, tristeza, furia y frustración en otras, pero también alivio, calma, vulnerabilidad, miedo y amor. Mucho amor. 

Empecé leyendo rimas de Gustavo Adolfo Bécquer. aún tengo el libro de rimas y leyendas, del Siglo XIX... ese hombro vivió otra época en la que yo hubiera deseado estar. 

Siempre dije que sentía que mi época no era ésta, tal vez ésta sea mi despertar, pero ese siglo era un siglo de oro para la poesía, se amaba y se valoraba la poesía, como un don humano, un don divino, algo que no todo el mundo podía llegar a tener. 

Y cuando escribo, yo también me siento divina, puedo estar durante horas soltando todo lo que tengo en mi interior, porque todos tenemos un don divino. 

La palabra, la forma, la estructura, la base, el principio, la rima, el fondo. 

Yo valoro por encima de todo, el fondo. 

Hay palabras y estructuras que tienen algo... se puede leer un poema y no conectar, y  poemas que necesitan ser vividos, hay momentos de la vida que necesitan ser experimentados para entender entre palabras y rimas, la claridad que ese poeta te está ofreciendo, te está reglando su don divino. 

Solo existe un refugio entre las letras, cuando al sumergirte hacia tu más profundo dolor, encuentras una bocanada de aire y al levantar la vista, ves que lo que has sentido y sientes, tiene forma y color, tiene hasta palabras que diseñan una historia y que escritas en un folio en blanco, parece deslumbrar los indicios de una historia, narrada en primera persona por alguien que tuvo miedo, pero quiso asomarse al vació y contemplar el olor de la palabras recitadas, el sonido de la voz que las alimenta, el abrazo de quién al leerlas se consuela. 

No hay mayor don divino que ser merecedor de tocar con los 5 sentidos el alma de alguien con tus palabras.


domingo, 24 de marzo de 2024

Las burbujas de jabón

 Lo rápido que algo que resulta tan frágil, tan necesario y a la vez vulnerable, pueda desvanecerse tan rápido.

Qué decir de lo que siento ahora mismo, de todo lo que me rodea.

Observo a la gente y me resulta todo inverosímil. Todos buscando respuestas, intentando darle sentido a sus vidas, darles un segundo de una vivencia que marque el sentido. 

Todos extraños para mí, todas personas ajenas a lo que soy, a lo que pienso de ellas o de mí misma.

A las cosas que vivo y siento, ajena yo misma a las emociones que van surgiendo a mi alrededor. 

MIEDO A VIVIR. 

Decía hoy mi hermana. Solo escuchar esa palabra, me da miedo, me genera un sentimiento de tristeza. 

¿Es así? Tengo miedo de vivir, de tomar decisiones, de avanzar?

¿Qué es para mí el miedo a vivir?

Es como ese bucle interno, de tener que tomar decisiones en tu día a día, y no ser nunca capaz de saber cuál será la mejor.

Es la indecisión, de elegir, de escoger.  ¿Escoger el qué? ¿O a quién?

Somos tan volátiles como las burbujas de jabón. Hemos sido creados para la impermanencia  y sostenemos cosas, pensamientos, nos aferramos a crear o pensar que existe la permanencia del ser. 

Si somos seres permanentes, nada tiene sentido, Creo que es precisamente en la creación de las cosas que confluyen y se diseñan a través de una idea y que al darle forma, dejan ya de formar parte de la permanencia. Porque en el transcurso de esa misma creación, hasta ellas mismas cambiaron de forma, de idea, de color o de finalidad. 

¿Existe pues, algo permanente? 

Son esas cosas creadas, ideadas y soñadas, como nosotros mismos también, parte de la impermanencia de la vida?

Si es así, ¿por qué sufrimos? Por qué no aceptar eso. Por qué no aniquilar cualquier pensamiento que niegue que somos burbujas de jabón en el aire?

Creadas para dejar de ser vistas, pero que mantenemos el halo que recubre esa ilusión de tocarlas, con cada una de las personas que nos topamos en la vida.

La idea me muestra esa impermanencia constante. 

Hasta ayer, que sufría por la pérdida, realmente no fue un pérdida.

Sufría sí, pero por el pensamiento de generar una expectativa. La expectativa que no era real, el sufrimiento de una permanencia ilusoria. 

Igual de ilusoria que ese sufrimiento que parecía permanecer. 

Ayer parecía que se acabara el mundo y que nada tendría sentido ni salida. Pero no fue así. todo cambió. Y no hice nada más que aceptarlo. 

ACEPTAR. Tal vez asumir, esa volatilidad, esa impermanencia nos genere una deconstrucción mental. 

Si analizo todos los pensamientos en mi cabeza, me doy cuenta de la importancia que tiene en sí lo que yo creo  con eso  que pienso. 

El tomar consciencia de qué, hasta lo que yo pienso de mí puede ser volátil, genera un desasosiego. 

Si hasta yo puedo ser mi propia creadora. Cuántas cosas dejo de hacer por miedo a vivir.  Joder.

Vivir es generar una historia, pequeños retales de historias, en las que tú eres la protagonista. Y eso es genial. 

Porque tienes el poder de tomar consciencia, de que es ahora cuando dejas de lado esos pensamientos que te bloquean y lo haces. 

En el fondo es eso, es el miedo de confiar en tu propio criterio. 

Se habla mucho de lo que te gusta y de lo que te hace feliz, pero ¿realmente lo haces?

¿Por qué no vivir muchas vidas en una?

porque no ser bailarina, y escritora creativa, por qué no ser patinadora, e ir a recitales de poesía....

Por qué no exprimir los minutos de tu día a día. 

Por qué no apreciar estos minutos que cada día tienes para aprovecharlos...