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domingo, 24 de marzo de 2024

Las burbujas de jabón

 Lo rápido que algo que resulta tan frágil, tan necesario y a la vez vulnerable, pueda desvanecerse tan rápido.

Qué decir de lo que siento ahora mismo, de todo lo que me rodea.

Observo a la gente y me resulta todo inverosímil. Todos buscando respuestas, intentando darle sentido a sus vidas, darles un segundo de una vivencia que marque el sentido. 

Todos extraños para mí, todas personas ajenas a lo que soy, a lo que pienso de ellas o de mí misma.

A las cosas que vivo y siento, ajena yo misma a las emociones que van surgiendo a mi alrededor. 

MIEDO A VIVIR. 

Decía hoy mi hermana. Solo escuchar esa palabra, me da miedo, me genera un sentimiento de tristeza. 

¿Es así? Tengo miedo de vivir, de tomar decisiones, de avanzar?

¿Qué es para mí el miedo a vivir?

Es como ese bucle interno, de tener que tomar decisiones en tu día a día, y no ser nunca capaz de saber cuál será la mejor.

Es la indecisión, de elegir, de escoger.  ¿Escoger el qué? ¿O a quién?

Somos tan volátiles como las burbujas de jabón. Hemos sido creados para la impermanencia  y sostenemos cosas, pensamientos, nos aferramos a crear o pensar que existe la permanencia del ser. 

Si somos seres permanentes, nada tiene sentido, Creo que es precisamente en la creación de las cosas que confluyen y se diseñan a través de una idea y que al darle forma, dejan ya de formar parte de la permanencia. Porque en el transcurso de esa misma creación, hasta ellas mismas cambiaron de forma, de idea, de color o de finalidad. 

¿Existe pues, algo permanente? 

Son esas cosas creadas, ideadas y soñadas, como nosotros mismos también, parte de la impermanencia de la vida?

Si es así, ¿por qué sufrimos? Por qué no aceptar eso. Por qué no aniquilar cualquier pensamiento que niegue que somos burbujas de jabón en el aire?

Creadas para dejar de ser vistas, pero que mantenemos el halo que recubre esa ilusión de tocarlas, con cada una de las personas que nos topamos en la vida.

La idea me muestra esa impermanencia constante. 

Hasta ayer, que sufría por la pérdida, realmente no fue un pérdida.

Sufría sí, pero por el pensamiento de generar una expectativa. La expectativa que no era real, el sufrimiento de una permanencia ilusoria. 

Igual de ilusoria que ese sufrimiento que parecía permanecer. 

Ayer parecía que se acabara el mundo y que nada tendría sentido ni salida. Pero no fue así. todo cambió. Y no hice nada más que aceptarlo. 

ACEPTAR. Tal vez asumir, esa volatilidad, esa impermanencia nos genere una deconstrucción mental. 

Si analizo todos los pensamientos en mi cabeza, me doy cuenta de la importancia que tiene en sí lo que yo creo  con eso  que pienso. 

El tomar consciencia de qué, hasta lo que yo pienso de mí puede ser volátil, genera un desasosiego. 

Si hasta yo puedo ser mi propia creadora. Cuántas cosas dejo de hacer por miedo a vivir.  Joder.

Vivir es generar una historia, pequeños retales de historias, en las que tú eres la protagonista. Y eso es genial. 

Porque tienes el poder de tomar consciencia, de que es ahora cuando dejas de lado esos pensamientos que te bloquean y lo haces. 

En el fondo es eso, es el miedo de confiar en tu propio criterio. 

Se habla mucho de lo que te gusta y de lo que te hace feliz, pero ¿realmente lo haces?

¿Por qué no vivir muchas vidas en una?

porque no ser bailarina, y escritora creativa, por qué no ser patinadora, e ir a recitales de poesía....

Por qué no exprimir los minutos de tu día a día. 

Por qué no apreciar estos minutos que cada día tienes para aprovecharlos...





 

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