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martes, 6 de agosto de 2024

MIEDO

Siento un alivio.

Siento el alivio de no tener que sostener más mis miedos, ni la incertidumbre. 

Siento alivio de no tener la expectativa de poseerte, ni de controlar todo lo que sucede a mi alrededor. 

Siento alivio de haberte dicho la verdad.

Ligereza en mis pensamientos, en mis palabras...ligereza de aquél que se ha quitado un peso de encima, que ya no finge, ni sostiene ni contribuye. 

De aquél que no se miente.

Ligereza en la forma en la que se construye mi amor. O se deconstruye...

Ligero alivio, a corto plazo. Pues en mi fuero interno, se vuelve a generar tormenta y llanto. 

Y vuelve a invadir mi reposada calma, mi quietud mental se retuerce, como un niño con un palo retuerce un bicho postrado en el suelo, con curiosidad y asco.

Así despierta de nuevo la tormenta en mí.

La tormenta del duelo interno, la tormenta de la pérdida, de la oscuridad, del dolor, de la aceptación. 

La tormenta de creer que no soy digna. Del temor hecho materia. 

Del miedo de que no haya el mundo alguien que pueda sostener mis tormentas, mis mañanas, mi caos y mi luz. 

Que no haya nadie que abrace mis tormentas a la espera de que salga el Sol. 

Me siento desgastada, cansada y dolida.  Me siento hastiada, cobarde.

Cobarde por no saber amar mejor, por no saber querer mejor.

Tomar consciencia de que no habrá nadie que pueda querer, querer quedarse a mi lado.

Y no es culpa lo que hay entre las palabras que escribo. Solo hay resignación, pena y responsabilidad.

Me hago cargo, me hago cargo.

Me hago cargo de mi rabia, de lo desagradable que soy, de lo poco afectuosa.

Me hago cargo de la falta de empatía y consideración. Me hago cargo de cómo realmente soy. 

Llevo mucho tiempo intentando conocerme y comprender qué daño hay en mí que no se pueda reparar.

Solo hoy por fin, me di cuenta. 

No hay ningún problema en mi entorno, ni en los demás.

El problema, real. Soy yo.

Llevo demasiado tiempo culpando a los demás, sin ser consciente o siéndolo, de la necesidad de asumir la parte que me toca. 

Soy yo quién hiero a las personas con mis actos y mis palabras. Soy intransigente.

Las personas me leen, por eso no se quedan. Porque ven que hay oscuridad. Lloro de pena.

Si, lloro de pena. De pena de qué nadie va a querer quedarse a mi lado. Y yo, que lo que quiero es poder formar una familia, tener una pareja y vivir en compañía. No soy capaz de cuidar y de abrazar al ser que tengo a mi lado. 

Me gustaría pensar diferente, poder estar mejor mentalmente, no tener que luchar contra mí, contra lo que pienso y hago. Se ve con tanta claridad, la manera y forma en cómo me relaciono en pareja. 

No tengo la capacidad de amar, y tal vez no la tenga nunca. 






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